CÓMO TRIUNFAR EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

 

ÍNDICE¿Cómo lo voy a criar?La influencia del hogar¿Cuándo comenzar la educación?El clima del hogarCómo echar a perder un niñoConsejos importantes¿Cómo se debe castigar?¿Qué necesitan nuestros niños?Los niños deben sentirse segurosConsejos para padresLa educación sexualLa madre, el alma del hogarEl padre en el hogarEl niño necesita amorCómo superar los complejos Tener hijos es un privilegio. Recuerdo un matrimonio que para mejorar su situación económica evitó tener hijos en los primeros años de su matrimonio. Hicieron fortuna, pero no eran felices. Sentían que les faltaba algo. Muchas veces la esposa lloraba en la soledad de su casa.

Cierto día el esposo estando en la oficina de su secretario, contestó el teléfono. Se oía una voz infantil a través del teléfono que lo hizo estremecer cuando dijo ¡Papito querido! Se trataba de la hija del secretario. Mientras se secaba las lágrimas, pensó que ese hombre con menos medios era más feliz que él...

Así es, que­ri­dos ami­gos, como dice el fa­mo­so pro­ver­bio: “Nadie está com­pleto, si no ha es­cri­to un libro, plan­tado un árbol o cria­do un hijo.” La vida nos en­se­ña que nues­tra fe­li­ci­dad se ex­tien­de en el tiem­po a tra­vés de nues­tros hijos. Bien lo dijo el sal­mista David: “He aquí, he­ren­cia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, Así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos...” Salmos 127:3-5. Claro, hay personas que desean tenerlos y no pueden por alguna causa. Quizás pueden adoptar alguno de los muchos que se encuentran sufriendo el desamparo.

Evidentemente debemos tener en cuenta otra frase que dice: “Tener hijos es fácil, lo difícil es criarlos”.

Esa es la preocupación de cada verdadero padre y madre. Son noches de desvelos, angustias y problemas. Son días de cuidados y de una profunda ansiedad por el futuro de sus retoños. La madre que va a tener un hijo se pregunta a sí misma reiteradamente:

¿CÓMO LO VOY A CRIAR?

La Biblia señala que estamos viviendo en un tiempo difícil. Por eso dice: “aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” Efesios 5:16.

La pérdida de los valores morales, éticos y espirituales hacen que el mundo esté sumido cada vez más en un hoyo tan profundo que a veces pareciera que no hay una salida clara y prometedora para nuestros hijos.

La droga con todas sus propuestas fantasiosas, la lucha por la supervivencia, la búsqueda urgente de seguridad y paz, la despiadada y egoísta complacencia de los deleites y el olvido frecuente del amor de Dios; son los retos a los que están día a día expuestos los millones de jóvenes que pueblan el mundo.

Los padres, cansados de luchar y amargados por la conducta de sus hijos incurren en continuas discusiones, lo que hace que sus hijos se vuelvan más rebeldes. Los hijos que han fracasado entregados a los vicios, a las drogas, pereza, negligencia, quizás en la cárcel por falta de honradez o perversión, vidas arruinadas y problemas repentinos como, por ejemplo, una hija soltera embarazada; son el pan nuestro de cada día de la sociedad moderna

¿Cuántos hijos abandonan sus hogares cada año? Las estadísticas confirman que solamente en Estados Unidos unos 100.000 jóvenes abandonan sus hogares y de todos ellos aproximadamente el 50% llega a ser delincuente.

Ante semejante problemática ¿qué podemos hacer? Para tener una respuesta clara de lo que le sucede a nuestra juventud en la actualidad, debemos tomar en cuenta el principio que dice que “no existe efecto sin causa”.

Los diversos comportamientos de los jóvenes son el resultado de una causa más profunda que ha moldeado y que modifica constantemente su forma de ver la vida y su manera de manejar las distintas circunstancias a las cuales son sometidos. Algunas de estas causas son las ingratas decisiones equivocadas de los padres inconsecuentes. Analizaremos algunas de las más frecuentes.

LA INFLUENCIA DEL HOGAR

La desunión entre los padres figura como la primera y principal causa del fracaso de muchos jóvenes, así como los errores de una educación consentida o indiferente. Tanto el descuido de la motivación y el cultivo del amor, como también los mimos excesivos tarde o temprano dejarán sus secuelas.

Una de las leyes esenciales de la vida dice que “lo semejante engendra lo semejante”. Un corazón frío, que proyecte indiferencia y apatía a los que lo rodean es como si fuera una corriente de aire que envuelve todo lo que encuentra a su paso. La falta de amor engendrará falta de amor, palabras ásperas darán a luz palabras ásperas, indiferencia hacia los hijos originará indiferencia de los hijos hacia sus padres, falta de respeto, desobediencia y un ejercicio licencioso de hacer cuanto plazca no importa que, si alguien esté en desacuerdo, o no.

Otra causa es la vida agitada. No hay tiempo para los hijos. Correr, correr y correr. La centralización de los pensamientos, actividades, y preocupaciones hacia las tensiones de la vida, desvían y anulan el tiempo que se debería emplear en atender el jardín familiar.

Un equilibrio de todas las cosas debe caracterizar a los padres y madres que tienen la solemne responsabilidad de educar a sus hijos.

Cada núcleo familiar ha de establecer un orden de prioridades en cuanto a las atenciones que rigen las diferentes áreas de la vida. En ese orden de prioridades la figura principal debe ser Dios, luego la familia y en un tercer plano el trabajo y todo lo demás. Lo más importante no es lo que tenemos en nuestras vidas, sino, a quién tenemos en nuestras vidas. Muchos, por conseguir buenas condiciones de vida, se olvidan de vivir. Otros pierden la salud por ganar un poco más de dinero y cuando finalmente lo tienen, pierden el dinero por recuperar la salud.

Cuando es tarde, muchos despiertan y se dan cuenta que han perdido lo más bello que Dios les había regalado, la satisfacción de formar hijos e hijas de valor y de bienestar para sus semejantes.

 

Es sumamente importante el clima que pongamos ante nuestros hijos.

Donde no se vive en armonía y amor se engendra un carácter adusto y rencilloso porque el ambiente forma nuestros hijos. Cuando somos toscos, descorteses, ásperos, andamos siempre con el ceño fruncido o amargados, nuestros hijos terminarán iguales, tendrán complejos, como el de inferioridad, y muchos incluso se transformarán en resentidos sociales.

La instrucción cristiana en la infancia ha sido descuidada, dando como resultado la carencia del indispensable acercamiento y contacto con el Ser infinito. Así como en la vida particular todo tiene su legítimo orden, tal cual sucede en el interior del hombre. La falencia espiritual sólo puede ser suplida mediante una fuente espiritual. Cualquier sistema educativo que únicamente trate el área intelectual de la persona, puede que no sea malo, pero es incompleto. Los padres son los que deben implantar en sus hijos el amor de Dios y el deseo de vivir en armonía con su voluntad. Esto no lo aprenderán en los institutos de enseñanza secular, sino en la afectuosa escuela del hogar. Estos valores espirituales se deben sembrar en el corazón desde los primeros años de la infancia. Recordemos lo que dijo la esposa del presidente de los Estados Unidos, Teodoro Roosevelt: “Lo que hayamos de hacer por el hombre, hagámoslo antes que sea hombre”.

Una escritora norteamericana de gran sabiduría escribió:

“Nuestro concepto de la educación tiene un alcance demasiado estrecho y bajo. Es necesario que tenga una mayor amplitud y un fin más elevado. La verdadera educación significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio. Significa más que una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser, y todo el período de la existencia accesible al hombre. Es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero” E.G. White, La educación, pág. 13.

Siembra en el corazón del pequeñuelo el deseo de buscar a Jesús y tendrás un hombre que con su fe podrá mover el mundo.

 

Entre los factores que han influido en la ruina de muchos jóvenes se puede también mencionar:

El fracaso de la autoridad paterna, el alcoholismo, las diversiones no vigiladas y muchos programas de televisión que pregonan la violencia y el adulterio, presentando valores distorsionados.

Hay peligro en permitir a nuestros hijos frecuentar determinados lugares, y estar sometidos permanentemente a la influencia negativa de ciertos compañeros, agravándose el riesgo cuando hay poca amistad con los padres. No olvidemos el daño que causa en la personalidad la vida fácil, el ocio, o que se le dan todas las facilidades a vivir una vida licenciosa.

Sin duda el factor principal que repercute grandemente en la vida de los hijos es el ejemplo viviente de sus progenitores.

La más importante escuela que recibe el niño, la recibe en sus primeros años de infancia. Sus profesores titulares serán sus propios padres.

Se ha comprobado que la gran proporción de conocimiento que obtiene el ser humano en la vida, lo alcanza en sus primeros diez años. Lo que aprenda en este período será la plataforma que sostendrá las murallas de su carácter, será la brújula que dirija y direccione sus decisiones, será la base esencial de su felicidad o su ruina y destrucción. ¿Te has dado cuenta de la magnitud de la responsabilidad que tienes como padre delante de Dios?

 

Para recalcar la importancia del hogar hagamos una cuenta sencilla:

Durante los primeros 5 años el niño pasa 25.000 hs. de influencia efectiva en el hogar descontando las horas de sueño. En los próximos 10 años un total de 87.600 horas a las que le restamos 32.850 horas de sueño y 6.600 de escuela. El resultado es de 48.150 horas de influencia efectiva del hogar.

Un maestro o profesor tiene aproximadamente de 30 a 50 alumnos. Si calculamos la relación en horas que un niño está bajo la influencia de los padres frente a la cantidad de tiempo que le dedica un maestro en la escuela a educarlo, es una relación de 1- 240. Esto implica que la influencia de los padres es 240 veces más eficiente, sea para bien o para mal.

 

La influencia ejercida sobre un niño en los primeros años es perdurable.

La Biblia relata cómo se esmeró Jocabed la madre de Moisés a educarlo:

“La madre retuvo a Moisés tanto tiempo como pudo, pero se vio obligada a entregarlo cuando tenía como doce años de edad. De su humilde cabaña fue llevado al palacio real, y la hija de Faraón lo prohijó. Pero en Moisés no se borraron las impresiones que había recibido en su niñez. No podía olvidar las lecciones que aprendió junto a su madre. Le fueron un escudo contra el orgullo, la incredulidad y los vicios que florecían en medio del esplendor de la corte” Patriarcas y Profetas, pág. 249.

¿Cuándo comenzar la educación?

Antiguamente la costumbre de los chinos era contar la edad 9 meses antes de nacer, desde la concepción.

Una señora consultó a un médico cuándo debía comenzar la educación de su hijo, a lo que este preguntó a la mujer ¿Qué edad tiene el niño? La respuesta fue: –tiene 5 años cumplidos.

–Bien señora, –replicó el médico – ¡La educación ya la debiera haber comenzado hace 6 años!

La educación de los hijos comienza desde el momento de la concepción. Un grave error se ha sostenido y es el creer que la educación da inicio en el momento que el niño tiene uso de razón. En el instante que se fecunda el óvulo, ya se crea la vida. De ahí en adelante los hábitos, prácticas y costumbres en el comer, tono de hablar, gustos, estado emocional e inclinaciones, tendrán un impacto fehaciente en el desarrollo de la criatura y determinarán el comportamiento en muchas áreas de su vida. Muchos hombres han seguido caminos errados y costumbres equivocadas como fruto de la vida licenciosa de la madre durante los nueve meses de gestación.

EL CLIMA DEL HOGAR

Cultiven los padres un clima de armonía y comprensión en el hogar. Esto es de gran importancia para el desarrollo armonioso de los hijos.

En una familia donde solo hay discusiones, reproches y ofensas entre los padres, aun en presencia de los hijos, es imposible concebir una educación efectiva.

Los niños se desorientan si uno dice una cosa y el otro, otra. Habrá una mayor estabilidad emotiva si ven un frente unido. Nunca discutan los padres una diferencia de opinión delante de los hijos y tampoco vivan regañándolos. Esto son principios básicos para la familia.

Conviene hablar con los hijos acerca de la disciplina que se aplicará, pero no vivamos retándolos continuamente y mucho menos gritar. Aunque algunas madres se especializan en eso, no da un buen resultado y en lugar de obediencia resultará en mayor indisciplina. Someter a los hijos a semejantes circunstancias, es forjarles el camino de la infelicidad. Formar un ambiente amoroso, comprensivo y motivador se traduce en alegría y en un correcto desarrollo de las facultades totales que rigen la vida de los hijos.

Los hijos son muy hábiles para captar la parte débil y se aprovechan de eso. Es en los momentos de debilidad de los padres cuando los hijos encuentran una oportunidad para conseguir lo que desean y a la vez es la oportunidad de los padres no solamente de reflexionar en sus fallas, sino de replantear sus métodos de educación. De ser flexibles cuando tienen que serlo y ser rígidos cuando es menester serlo.

CÓMO ECHAR A PERDER UN NIÑO

Alimentando su orgullo, dando demasiada importancia a su indumentaria.

La vestimenta debe ser modesta y sana.

No es malo que los hijos deseen estar bien presentados, pero, deben comprender que el vestido más importante que puedan llegar a obtener en la vida es el de un carácter afable y un corazón limpio delante de Dios.

Puedes echar a perder a tu hijo al darle todos sus gustos, protegerlo demasiado del calor, del frío, de la lluvia, de los ruidos de la calle y de todas las molestias cotidianas.

Alabar sus cualidades delante de él.

Otorgarle prestamente todo lo que pide.

Cuando lo amenazas con un castigo no dárselo o no cumplir lo que le hayas prometido.

Consejos importantes:

Prevé los factores que más influyen en la malformación de los hijos. Una madre modelo, Susana Wesley, madre de Juan y Carlos Wesley, los fundadores del metodismo, tenía 10 reglas para educar a sus hijos y las queremos compartir contigo:

1.  Destruye el egoísmo de tus hijos y colabora en la salvación de sus almas. (O sea, promueve en el niño el sentido de comunidad y consideración de los demás).

2.  Enséñales a orar tan pronto comienzan a hablar.

3.  No les des nada de lo que pidan con lloros sino lo que pidan con educación.

4.  No castigues las faltas que confiesan enseguida y de las que ves que se arrepienten.

5.  No permitas que ningún acto pecaminoso pase sin castigo.

6.  No castigues al niño dos veces por la misma falta.

7.  Alienta y premia la buena conducta.

8.  Fomenta el respeto por la propiedad ajena, incluso en las cosas insignificantes.

9. Cumple todas las promesas que hagas a tus hijos.

10.  No hagas trabajar a tus hijos antes que sepan leer bien.

Susana Wesley hablaba por experiencia; tenía 17 hijos.

Al hablar de castigo no nos referimos a castigos físicos. ¿Cuál es el propósito del castigo? No es herir, sino corregir, llevando al niño a la reflexión de que lo que hizo estaba mal y por eso tiene que tener consecuencias negativas. Los hijos deben aprender acerca de las consecuencias, tal como Dios lo hace con nosotros, pues nuestras acciones tienen consecuencias para bien o para mal. Frecuentemente los padres transmiten a sus hijos el maltrato que recibieron, porque ese fue su modelo. El castigar con violencia, solo deja secuelas y genera más rebelión, mas la reprensión es necesaria.

¿Cómo se debe castigar?

La escritora E. G. White aconseja: “La impaciencia de los padres excita la de los hijos. La ira manifestada por los padres, crea ira en los hijos, y despierta lo malo de su naturaleza. Algunos padres corrigen a sus hijos severamente con impaciencia, y muchas veces con ira. Tales correcciones no producen ningún buen resultado. Al tratar de corregir un mal, se crean dos. La censura continua y el castigo corporal endurecen a los niños y los separan de sus padres” Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 198.

Estos deben aprender primero a dominarse a sí mismos; y entonces podrán dominar con más éxito a sus hijos. Cada vez que pierden el dominio propio, y hablan y obran con impaciencia, pecan contra Dios. Deben primero razonar con sus hijos, señalarles claramente sus equivocaciones, mostrarles su pecado, y hacerles comprender que no sólo han pecado contra sus padres, sino contra Dios.

Teniendo vuestro propio corazón subyugado y lleno de compasión y pesar por vuestros hijos errantes, orad con ellos antes de corregirlos.

Entonces vuestra corrección no hará que vuestros hijos os odien. Ellos os amarán. Verán que no los castigáis porque os han causado inconvenientes, ni porque queréis desahogar vuestro desagrado sobre ellos, sino por un sentimiento del deber, para beneficio de ellos, a fin de que no se desarrollen en el pecado. Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 198

El castigo a aplicar depende de la edad. Se le puede prohibir de hacer algo que al niño le gusta y espera con ansiedad, algo que le gusta hacer para distraerse. Por ejemplo: dar un paseo por el parque, salir con amigos, utilizar la computadora, andar en bicicleta, etc... Lo importante es que el castigo no produzca daño físico ni psicológico, ni que destruya la autoestima, es con el fin de corregir la conducta errónea.

La indulgencia de dejarle hacer todo sin corregirlo, también tiene graves consecuencias sobre el crecimiento de la personalidad. Observamos entonces que los niños necesitan crecer con sus padres de ejemplo, para que les transmitan seguridad emocional y física, pudiendo contar con ellos siempre que lo necesiten. Que puedan expresarse libremente sin temor a ser castigados de inmediato. Al confesar su error o falta, se debe actuar con prudencia, para que se sientan comprendidos.

Los padres deben tener un interés en las preocupaciones y necesidades de los niños, teniendo los oídos siempre dispuestos a escuchar, haciéndolo con paciencia, con el fin de ser capaces de descifrar lo que quieren decir, y entender lo que está oculto en el corazón.

Hay un secreto que ha ayudado en nuestras relaciones con nuestros hijos: siendo sus amigos, combinando la ternura y la firmeza con el estímulo y la motivación. Pero lo más importante es orar cada día por ellos y con ellos, enseñándoles la palabra de Dios. Así podemos contar con la ayuda poderosa de Aquel que puede influenciar las mentes y los corazones. El profeta Malaquías dice: “Y Él hará volver el corazón de los padres a sus hijos y los corazones de los hijos hacia los padres...” Malaquías 4:6.

Hagamos conocer a nuestros hijos sobre la existencia de Dios por medio de la naturaleza.

Velemos por su buena salud. Tratemos de ayudarles a vivir con cierta regularidad en sus horarios.

En la casa es donde se forja la voz: Las continuas rencillas y discordias, dan a ésta una dureza particular

 

Los siguientes consejos deben ser observados

• Tómate el tiempo para inte­re­sarte por tus hijos, de lo con­tra­rio ellos bus­carán a otras per­sonas.

• Escucha a tus hijos, de lo contrario se irán a otras personas que lo escuchen.

• No lo castigues ante los demás.

• Ocúpate de los intereses de tus hijos, porque necesitan instrucción y aliento.

• Cuida tu tono de voz en el trato mutuo, y ellos hablarán como tú.

• Sé un faro para tus hijos, porque ellos necesitarán una orientación.

• Sé un ejemplo en todo lo que haces, y te copiarán.

• Los niños necesitan buenos hábitos de vida, que les darán seguridad y apoyo.

• Deja espacio para el desarrollo personal y la creatividad de tu hijo para que pueda crecer.

• Estimula a tu hijo a tener suficiente ejercicio físico, para que su cuerpo pueda crecer y fortalecerse.

• Al mostrar a tu hijo que tú eres una persona digna de confianza, él confiará en ti.

• Si eres responsable y saludable, tu hijo aprenderá a hacer lo mismo.

• Trata a tu hijo de acuerdo a su edad, con cinco años no tiene las mismas necesidades e intereses que si tuviera doce años.

• Elogia a tu hijo cuando hace cosas buenas y corrígelo con amor y objetividad cuando hace cosas malas.

• Cuando lo corrijas, mantén el objetivo, con el fin de que tu hijo pueda discernir que necesita corrección, pero que es amado por ti.

¿Qué necesitan nuestros niños?

1. Los niños ne­ce­sitan padres que les sean ejem­plos, por­que la edu­ca­ción entre líneas (vi­vida, ejem­plifi­cada) es más pode­rosa que lo que contamos a los niños.

2. Los niños necesitan ambientes de protección.

3. Los padres deben transmitirle seguridad emocional al niño.

4. El niño debe poder dirigirse a los padres en todo momento con sus necesidades.

5. El niño debe ser tomado en cuenta y tomado en serio.

6. Las necesidades de los niños deberían ser tomadas en serio.

7. Los padres deben mostrar interés en todas las áreas del niño.

8. Los niños necesitan un trato justo de acuerdo a su edad.

9. Los niños necesitan suficiente espacio para moverse, jugar y desarrollarse.

10. Los niños necesitan límites y buenos ejemplos.

Los niños deben sentirse seguros

1. Los niños deberían sentirse seguros psíquica y físicamente. Esto significa que deben poder decir lo que sienten sin ser sancionados.

 Deben ser protegidos de ataques de violencia emocional y corporal.

 Los niños también necesitan sus pequeños “rincones”, para poder interactuar con sus amigos sin ser observados por los adultos, para escribir su diario y poder mantener su esfera privada e íntima. Así también es importante, respetar los límites de los niños por medio de una postura de ejemplo.

 

2. El niño adquiere una seguridad emocional cuando tiene un modelo confiable de cómo se tratan los sentimientos.

Eso significa que los sentimientos debieran ser adaptados de acuerdo a la ocasión. Los padres que son inestables emocionalmente (expresan extremo júbilo y tristeza mortal), no transmiten al niño un fundamento emocional equilibrado. Por ejemplo un niño que sobre todo en la edad de la primera infancia ve todo el tiempo una madre  que llora, recibe la sensación de tener que ocuparse de la madre y no se siente seguro. Entonces no tiene la sensación de apoyo.

(Está bien expresar los sentimientos audiblemente. La muerte de un ser querido debe ser llorada y expresada, entonces también los padres pueden llorar. Así muestran al niño que uno también puede estar triste sobre distintos acontecimientos).

 

3. La atención de un niño debería ser estimulada en cuanto los padres permitan que también el niño pueda expresarse.

Especialmente en el tiempo de la adolescencia notan los jóvenes que también hay otra manera de pensar además de la que se vive en el hogar paternal cristiano. Aquí es importante tomar seriamente en cuenta a los niños y mostrarles cómo uno trata con distintas maneras de pensar y distintas posturas. No tiene sentido cuando los padres toman la posición: “No puede ser lo que no debe ser”, de esta manera, no le dan al niño la oportunidad de expresar lo que ven; en la esperanza subconsciente de que, si ellos no lo expresan, entonces esas preguntas no existen. Con eso los padres, sin querer, llevan las cosas a tal punto que los niños no expresen más su sentir; y provocan inseguridad en ellos, ya que tampoco los padres reflejan sinceridad adecuadamente.

 

4. Unido a esto es importante que los niños sepan que pueden dirigirse a los padres con todas sus necesidades e inquietudes.

Los niños solamente hablan cuando saben que pueden decir todas las cosas sin temor a enojos. Para el tiempo de la adolescencia esto es vital. Lamentablemente tampoco es raro la reacción de una joven que, a pesar de una educación cristiana de años, haya mantenido relaciones prematrimoniales y quedado embarazada. Los padres que todo el tiempo le hicieron saber que su hija “de ninguna manera debiera llegar con un hijo”, decidió una interrupción de embarazo oculta. Por la depresión que le siguió al aborto recién fueron posibles conversaciones francas y abiertas.

Los niños pequeños que observan que no pueden dirigirse a sus padres con todas sus necesidades, en el futuro no se dirigen más hacia ellos como consejeros; arreglan sus cosas por sí mismos.

 

5. Un niño debe tomarse en cuenta y tomar en serio sus opiniones y pensamientos.

Eso quiere decir que los padres le den importancia y conversen con él con cariño. Si los padres en su vida tienen otro tema, por ejemplo, que sean adictos al alcohol, entonces el tema no es el niño, sino el vicio. En tal caso el niño debe adecuarse a los padres, y no será tomado en cuenta como un ser necesitado, sino por el contrario, será utilizado para sus necesidades.

 

6. Los niños con sus necesidades siempre deberían ser tomados en cuenta de acuerdo a su edad y los padres deberían ocuparse de tal manera que las exigencias diarias sean de acuerdo a la edad.

En la primera infancia el niño tiene otras necesidades que la del niño en la pubertad. Y también las sanciones de la infancia no deberían ser transmitidos a los niños en la pubertad.

 “El que desatiende los intereses del niño por causa de otros blancos, diezma el eneldo y el comino mientras que cosas de mayor peso en la ley son dejados de lado. Justicia, misericordia y el amor de Dios” (E. G. White, ídem., P.68)

 

7. Los padres deben interesarse en las necesidades de los niños.

Aunque parezca totalmente insignificante lo que un niño tiene para contar, tanto más puede pesar a veces la pena en un corazón infantil que está detrás de algo. Como los niños muchas veces cuentan en clave, debieran tener los padres un buen oído paciente para escuchar a sus hijos.

 

8. Es muy importante que los niños sean tratados con justicia de acuerdo a su edad.

Eso se aplica sobre todo para necesidades y sanciones. Un niño de doce años tiene otras necesidades, en cuanto a cercanía y distancia, que un niño de seis. Posiblemente quiera estar más veces solo y resguardar su esfera privada. No es raro que ese comportamiento asuste a padres creyentes, porque temen que su niño podría apartarse de ellos, cosa que es posible, aún teniendo los mejores motivos cuando se les prohibe ese aislamiento. A un niño de quince años no podemos mandarlo durante horas a su habitación en el caso de una transgresión de reglamentos, si este debe reflexionar sobre algo. En el caso de diferencias debemos discutirlo con el joven, ofrecer explicaciones con sentido y ser un buen modelo para solucionar conflictos. Sanciones y castigos deberían ser orientados de tal manera que puedan aprender algo.

 

9. Los niños tienen que moverse, tienen un impulso de expansión, ellos necesitan movimiento.

Para contrarrestar el mucho estar sentado y también escuchar en la iglesia necesitan espacios propios de conquista y de actividad. Entre tiempo, al estar sentados, deben poder moverse. A pesar del hecho que los niños también deben aprender a estar sentados quietos, deberían tener, tanto como sea posible, un equilibrio para la actividad y movimiento.

 

10. Los niños necesitan límites.

Los límites de acuerdo a la necesidad de la situación deberían ser puestos con sentido, consecuentemente y sin embargo de forma amorosa. La fuerza consiste en que los padres transmitan al mismo tiempo por medio de límites que están en condición de sostener y soportar a su hijo.

Los padres son un buen ejemplo cuando son un buen modelo en diversas situaciones.

 A eso pertenecen todos los modelos de comportamiento que persigue una persona creyente. Es importante, ante todo, el ejemplo de una fe vivida, el trato amable hacia el niño, también poder disculparse alguna vez por los errores y un trato confiable y unido como padres hacia los niños. Cuando los niños son educados de acuerdo a la Biblia y son tomados en cuenta esos factores, entonces los padres han colocado una buena base para una educación saludable sobre la base bíblica.

Consejos para padres

La educación deriva de la relación, este es el principio fundamental de la pedagogía. En el correr de la vida, los niños siempre se acordarán de lo que los padres le han dicho, siempre y cuando haya existido una relación de amor. Eso también vale cuando un niño va momentáneamente por el camino del hijo pródigo (compare Lucas 15).

“Decid a vuestros niños claramente lo que esperáis de ellos. Hacedles saber, que vuestra palabra vale y ellos deben obedecer. De esta manera también les ayudan a respetar los mandamientos de Dios. Es mejor para un niño obedecer por principio que ser obligado a hacerlo" (E. G. White).

 

1. En la educación siempre juega un rol la niñez de los padres.

 Entonces siempre es importante investigar el propio pasado de los padres.

 ¿Qué trato han recibido ellos de niños? y ¿cómo actúa eso sobre su manera de educar?

 

2. El saber amplifica la comprensión.

 Es significativo que los padres se informen sobre las necesidades fundamentales de desarrollo infantil.

 ¿Cómo pueden los padres comprender mejor el comportamiento de su hijo?

 

3. La comprensión mutua estimula la unión.

 Demasiadas veces los padres se introducen en una lucha de poder de la educación porque piensan que socava su autoridad si alguna vez dicen sí en lugar de no a los caprichos de sus hijos. Los niños sienten inmediatamente con qué pueden irritar a sus padres y les gusta llevar eso hasta el punto máximo, intentando poner a prueba la autoridad de los padres. Si los padres escuchan a sus hijos y no entran en la lucha para tener razón, por querer tener razón, entonces se pone fin a entrar en luchas de poder innecesarias y agotadoras.

 

4. Si los adultos son leales en la fe, son creíbles.

 Ser leal en la fe y justos en la palabra favorece la credibilidad del ejemplo cristiano, y muestra a los niños una forma de vivir recta en la fe cómo se puede vivir con el Señor.

 Es importante que los padres sean conscientes de sus propios sentimientos porque la educación entre líneas es un mensajero poderoso. Por medio de eso se evitan mensajes de doble fondo o hipócritas, y los niños aprenden, que es permitido frente a personas creyentes reconocer sus debilidades con sinceridad y rectitud, y pueden mostrar a sus hijos cómo se puede vencer en la vida.

 “Cuando los hijos cometen errores debieran los padres tomarse el tiempo de de leerles amonestaciones de la Palabra de Dios con tacto que se ajuste al caso que se está tratando. Si tienen penas, si están tentados o desanimados, mencióneles las valiosas palabras de consuelo y ayúdeles a confiar en Jesús” (E. G. White).

 “No puedes llevar a un corazón a comprender cosas espirituales si el corazón está revuelto de pasiones” (E. G. White).

 

5. Las reglas alivian el convivir.

 Reglas en común alivian el convivir. En esto ayudan conversaciones en familia. A partir de los seis años los niños están en condiciones de conversar con los padres sobre ciertas reglas para el convivir. A eso pertenece arreglar las actividades diarias y los diversos deberes para cada miembro de familia.

 

6. Costumbres metódicas en la rutina diaria dan estructura y seguridad.

 Costumbres reguladas con las cuales crece un niño le dan estructura diaria, seguridad y fortalecen el sentimiento de unión. Sobre todo los niños más pequeños necesitan rituales para adquirir un sentimiento para la rutina diaria. En la estructura diaria debería haber tiempos regulares de comidas, rituales de irse a la cama, rituales de semana. En esto el sábado, como día de reposo de Dios, ofrece una excelente culminación a la semana.

 Los padres, en su modo de ser, son un modelo para sus hijos, aunque a primera vista pueda parecer algo normal. En realidad muchos no son conscientes de ello. La educación entre líneas (las reglas no expresadas) es un idioma silencioso, pero mucho más obvio.

LA EDUCACIÓN SEXUAL

Para muchos padres el hablar de sexo a sus hijos resulta un asunto difícil pero que tarde o temprano tendrán que enfrentar, pues no es propiamente un tema entre tantos que enriquecerá el intelecto de los hijos, sino más bien una etapa que pronto llegará inexorablemente y si no les damos las herramientas adecuadas, no estarán preparados para tales circunstancias. Cuando su propio cuerpo e instinto les despierte el deseo de conocerse a sí mismos y despierte una ineludible atracción por el sexo opuesto, deben ya tener toda la información necesaria que los conducirá de una forma óptima en este período de su vida.

Debes enseñarles a medida que crecen acerca del sexo, pues lo que los hijos no aprenden en la casa, lo aprenden fuera de ella. Lo que los padres como responsables no le explican, habrá quienes se lo expliquen con lujo de detalles o a veces distorsionado e incluso aprenderá hasta lo que nunca debería aprender.

Hay millones de jóvenes que tienen relaciones sexuales antes del matrimonio, los hay quienes se masturban, y millones que fracasan en el matrimonio debido a que la TV y los amigos le brindaron información de manera deformada y degradante, información que le correspondía a los padres impartir en forma sana y bien encausada.

Es indispensable dar las explicaciones e instrucciones correctas y oportunas.

 

Pero ¿cómo expli­carle el ori­gen de la vida?

Llévalos a la natu­ra­leza explí­cales la germi­nación de las semillas, el crecimiento de las plantas.

Luego cómo se reproducen las aves, las vacas, los perros, gatos, caballos, etc. Muéstrale un nido. No es del todo necesario explicar enseguida la fecundación, o sea, la parte del padre. Si pregunta, se le puede decir: cada ser tiene una madre y un padre. Asociará con el hombre, el proceso que conoció en los animales.

Por ejemplo, se le puede decir: Un germen creció durante 9 meses cerca del corazón de la mamá. La mami le prepara ropita, una linda cuna y espera alegre la llegada del bebé. Va al hospital y el doctor le saca el bebé.

A medida que los niños crecen, enséñale a tiempo los peligros que existen en ciertas relaciones sexuales, enfermedades, embarazos, etc.

Existen buenos libros con fundamento cristiano que ayudan a aclarar mejor el tema especialmente cuando entra a la adolescencia.

Ayudemos a nuestros hijos a volcar sus intereses a las cosas espirituales, mantengámoslos ocupados para evitar el ocio. Controlemos discreta y sabiamente sus amistades tratando de ganarlos, atrayéndolos sin brusquedad sino con ternura y amor. Nuestros hijos necesitan de mucha paciencia.

Comprendamos que ellos luchan con presiones biológicas, bajo la influencia de sus compañeros y viven en una época de moral degradada. Necesitan de mucha ayuda.

Cuando el niño aún es pequeño podemos decirle que es un secreto, que no lo comente con sus camaradas, tratando que vea el tema con naturalidad.

Entre los 8 y 10 años se le da más información y a la edad de 11 a 12 años, una información completa. La madre a la niña, el padre al varón. Explíquense los peligros que enfrentan.

Siempre creemos que el niño aún es muy pequeño, pero luego nos damos cuenta que sabe más de lo que podemos pensar. No tratemos el tema del sexo como si fuera un tabú, pero expliquemos las leyes y los principios morales que Dios puso en el mundo. Realcemos la propia dignidad y el respeto a sus semejantes. Desarrollemos un profundo concepto de responsabilidad.

No solamente toca a los padres dar instrucciones oportunas y correctas sobre la vida sexual, sino dar una formación adecuada en los quehaceres prácticos para enfrentar mejor los desafíos de la vida.

LA MADRE, EL ALMA DEL HOGAR

La madre debe aprender a hacer frente a molestias, motivos de descontento, irritación y desengaños. Debe enseñar a sus hijos lo que es verdadero y justo por precepto y ejemplo.

Su influencia depende de lo que es y no de lo que dice. Debe discernir el efecto de sus palabras y evitar moverse a la sombra del mal humor proveniente del exceso de trabajo, cansancio, y nerviosismo.

Ella debe poseer siempre esa belleza que atrae: un espíritu ameno, una voz amable, y un rostro sereno. En su aspecto exterior debiera presentarse siempre fresca y aseada. Su vestido ha de ser armonioso, su aliento fragante, sus dientes brillantes, sus cabellos bien peinados.

En la difícil tarea de educar a sus hijos puede apoyarse en la providencia, la amante ayuda de Jesús. ¡Basta que se lo pida! Orar por los hijos es involucrar a Jesús en nuestra pesada misión.

EL PADRE EN EL HOGAR

Salomón dice:

“Corrige a tu hijo y te dará descanso y dará deleite a tu alma” Proverbios 29:17.

“Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza” Proverbios 19:18

Si la madre representa la ternura y el consuelo el padre es símbolo de la fuerza y la justicia. Pero la corrección siempre debe hacerse con amor, con benevolencia y no con ira.

Los castigos violentos pueden llegar a dañar la salud física y emocional del niño. Cuando son injustos crean profundos resentimientos.

Nunca olvidaré la historia de Carlitos. Un día el maestro de la escuela preguntó al padre si el niño estaba enfermo, ya que no había asistido a clases los últimos tres días. Sorprendido el padre dijo: ¡Pero él salió de aquí cada día!

Más tarde llamó al niño y le preguntó dónde había ido esos tres días. Carlitos solo agachó su cabeza.

–Bien hijo. –dijo el padre– todo pecado debe recibir un castigo. Tres días faltaste, tres días dormirás solo en el altillo...

A la hora de dormir Carlitos se fue al altillo, mientras que ambos padres permanecían en el comedor. Se hicieron las diez, las once, las doce. El papá aparentaba leer el periódico, la mamá tejía. Pero no se podían concentrar, pensaban en Carlitos... Al final muy tarde se fueron a dormir, pero no podían conciliar el sueño.

–¿Por qué no duermes? –preguntó la esposa.

–Pienso en Carlitos,... y me voy a dormir con él.

Tomó su almohada y se fue al altillo. Muy despacio abrió la puerta. A la luz de la luna que entraba por la ventana vio unos ojos grandes y brillantes que lo miraban. El niño estaba llorando silenciosamente. Hazme lugar, le dijo el papá y ambos se durmieron. El padre no perdonó el castigo, sino que lo asumió con él y los 3 días durmieron en el altillo. Logró penetrar en lo profundo de su corazón. Carlitos nunca más faltó a la escuela.

Los castigos no deben ser violentos, quizás una nalgada, o negarles temporalmente algo que desean mucho, o colocarlos un rato de cara a la pared.

En todo castigo que se aplique es recomendable hablar con el niño y explicarle por qué se le va a castigar, las consecuencias de su falta, para que él entienda que es por amor y no por una venganza de los padres hacia una desobediencia que ha cometido. El padre debe ser firme con los caprichos, no dejarse extorsionar con lloros e insistencia, ser firme y tierno a la vez.

Los hijos suelen rebelarse cuando ven que su madre es maltratada. Cuando no les dedicamos tiempo se producen resentimientos que a menudo se manifiestan en actitudes de rebelión. A ciertos padres sólo les interesa leer el diario, pasar tiempo en el club o durmiendo.

 

El no dedicar el tiempo co­rres­pon­dien­te a la fami­lia pro­duce un cisma dentro del hogar.

 El amor se enfría, se crea un ambiente de indiferencia y resentimiento, surgen los reproches y un respeto cada vez más raquítico. Dentro de las prioridades que todo hogar debe de tener, nunca ha de estar primero el trabajo y después la familia. Hoy día hay miles de jóvenes en la droga que están en ese abismo no porque su padre no se hubiera preocupado por darle todo lo que necesitaba para sus estudios y alimentación, no porque haya sido malo o despreocupado, sino porque nunca dedicó un tiempo para ser más que padre, un amigo de sus hijos. No es amor pleno o verdadero el darle todo lo material, dinero para que tenga todo, auto, casa. Debes darle amor, cariño, tiempo de tu propio tiempo, caminar a su lado en los conflictos que la vida le presenta enseñándolo a valerse por sí mismo. No hay libros, dinero, profesor, amigo o instituto de enseñanza que pueda sustituir la compañía del padre. ¡Nuestros hijos nos necesitan!

 

Dejemos que nuestros hijos nos cuenten sus problemas y angustias, ganemos su confianza.

Asociemos a nuestros hijos en nuestras ocupaciones y recreaciones. Los momentos pasados juntos, caminando por el parque, o enseñándoles con paciencia y amor a reparar el auto o la bicicleta, cultivará una amistad y vínculos perdurables y recuerdos que permanecerán a lo largo de la vida.

 

Enseñemos a obedecer desde los primeros años, desde el destete.

Debe haber firmeza y constancia. Se puede lograr mucho más por medio de la motivación que con la fuerza. No ahorremos el elogio sincero y el estímulo; ahorremos, donde sea posible, la crítica; para fortalecer la autoestima. La motivación genera fuerzas increíbles en el ser humano.

El niño necesita amor

Palabras de amor, reconocimiento y de ánimo si es que ha fracasado en alguno de sus proyectos. El estímulo debe ser dado no sólo en los triunfos sino también en las derrotas. Un hombre sin motivación no se forja metas, y un hombre sin metas es un jardín sin flores. Los objetivos son los elementos que le dan vida y sentido a todo ser humano y para que un ser humano tenga objetivos debe ser estimulado. Nunca pretendas dejar a tu hijo en el mar de la vida antes de haber sembrado en él las ganas y el valor de vivir. Y para eso, necesita motivación. ¿Cómo se puede motivar a un niño sin hacerle daño?

Muchos padres piensan que la motivación es algo perjudicial y que cualquier reconocimiento solo provocará un aumento en el orgullo del hijo. No debemos confundir motivación con adulación, esto es importante.

Las caricias, los abrazos, los besos y una cariñosa palmada en la espalda pueden abrir la puerta de la victoria como ninguna otra cosa lo lograría. Toma a tu hijo de la mano, camina con él, dile que lo amas, enséñale cosas prácticas háblale de Jesucristo, cuéntale lo que hizo por todos nosotros y entonces, cuando lo hagas, habrás formado a alguien que pueda vivir en este mundo y en el venidero.

El resultado de ese esfuerzo se cumplirá en las palabras del sabio Salomón: “El hijo sabio alegra al padre” Proverbios 10:1.

CÓMO SUPERAR LOS COMPLEJOS

Muchos jóvenes sufren de complejos. Pueden ser de diversa índole. Estos estorbos en la personalidad suelen tener sus raíces en errores cometidos en la educación y circunstancias que ha vivido el niño. Mayormente tienen que ver mucho con la falta de autoestima y orgullo. Los complejos afectan en mayor o menor grado nuestra convivencia y nuestra felicidad. Por eso enfocaremos brevemente algunos detalles.

 

Complejo de inferioridad

Las personas que sufren del complejo de inferioridad son las que siempre quieren propagar su saber y para lograrlo, citan muchos autores y hasta emplean palabras difíciles. Hablan de sus amigos de la alta sociedad y tratan de menoscabar o rebajar a las personas que están a su alrededor. A toda costa quieren llamar la atención de los demás.

Estos complejos se generan y nacen en la infancia en un 90% de los casos. Mayormente se deben al mal trato que recibió el niño, por parte de los padres. Por ejemplo: Se le prohíbe al niño moverse en el departamento, recibe constantes advertencias como: no toques esto o aquello, con gritos y amenazas y él siente que todo lo que hace está mal. Se agrava cuando es sometido a un trato injusto al notar que a otros no se les ponen las mismas limitaciones, y él se siente como el único peligroso; o el niño es interrumpido en todas sus actividades y en su desarrollo normal. Pronto llegará a un estado donde se sentirá sin importancia, insignificante, inútil, irresponsable o sin dignidad.

Se comete un grave error cuando se apaga todo esfuerzo de hacer algo, cuando se toma una iniciativa o se emprende algún proyecto y se ve coartado por palabras negativas de desaliento. Una de las mayores necesidades de los niños es lograr desarrollar confianza en sí mismo y esto sólo lo puede lograr con la ayuda y sabia dirección de sus padres. Pero si escucha palabras como: ¡imbécil!, ¡eres incapaz!, o cosas semejantes, una montaña de taras conducirán su vida haciéndola desdichada y vacía. Muchas veces se sienten inferiores por la pobreza, el ir mal vestidos y en general por sus escasas condiciones de vida. No se debe despreciar nunca a un niño porque es débil y pequeño ya que cuando crezca, lo que haya recibido en su infancia será lo que dará a los demás en su edad madura.

Nunca rehúses dar a tu hijo una explicación cuando no sabe algo, al contrario, hazlo de manera que él lo comprenda. Esa es la ciencia de ser buenos padres. No poner las capacidades de una tierna criatura a la misma altura que las que tú posees como adulto. Nunca debes citar como ejemplo a sus hermanos, no lo ridiculices en presencia de sus amigos, no lo obligues demasiado a callar. Enséñale que posee talentos preciosos, que él es capaz de hacer hazañas si se lo propone, y haciendo uso de la prudencia y de la razón demárcale cuáles son sus límites.

Los sentimientos de nuestros hijos son tan frágiles como una tela de araña y pueden ser provocados en ellos daños y huellas de modo que cuando crezcan sean tan fuertes como el acero. De grandes heridas que quizá nunca sanen y profundos dolores producidos por los complejos de inferioridad en los hijos, tendrán que dar cuenta muchos padres algún día delante de Dios.

 

El niño necesita recibir expresiones de cariño.

Las caricias, las palabras de reconocimiento, la motivación y el estímulo son los mejores alimentos de la personalidad y son necesarios para un desarrollo sano. Tampoco deben mimarlo en exceso, dándole todo lo que quiere. Cuando los padres tratan de solucionar todos los problemas del niño y lo sobreprotegen no lo preparan para enfrentar la adversidad en la vida. Luego cuando les golpea la adversidad no están preparados, baja su autoestima y caen en depresión y complejos.

 

Otro problema muy frecuente que experimentan los padres es cuando los hijos mienten.

¡Robaste el dulce! ¡Rompiste el vaso! El primer instinto de conservación que se va a manifestar es decir: NO, yo no fui. Pero si añade: “fue Juan, o Pedro”, es una muestra de la peor falacia. Si se presentan casos así, es importante analizar las verdaderas causas, para combatir este mal en el terreno propicio.

Cuando los hijos no ven honradez total en el hogar y perciben deshonestidad en sus padres, bien pronto hacen lo mismo. A menudo se dice “haz lo que te digo y no lo que yo hago”, “dile a fulano que no estoy”, prometer traerle algo que nunca cumplimos o hacemos una guiñada de ojo. Los niños aprenden lo que viven. Si un niño vive criticado, aprende a condenar. Si vive con hostilidad, aprende a pelear. Si vive avergonzado, aprende a sentirse culpable. Si un niño vive con tolerancia, aprende a ser tolerante. Si vive con estímulo, aprende a confiar. Si vive apreciado, aprende a apreciar. Si vive con equidad, aprende a ser justo. Si vive con seguridad, aprende a tener fe. Si vive con aprobación, aprende a quererse. Finalmente si un niño vive con aceptación y amistad, aprende a hallar amor en el mundo. Estamos comprometidos con Dios a ser veraces en todo, hacer de la verdad un hábito de vida. ¿Con qué derecho y autoridad podrá usted corregir a sus hijos de un mal que usted mismo ha creado en él? Por otro lado no conviene castigar al niño cuando ha confesado su falta, pero si trata de ocultarla sea bien firme con él.

¿Qué hacer cuando los niños roban?

A los que son mayorcitos hay que enseñarles a reparar el daño que pueda haber existido y aplicar una justicia escrupulosa mostrando en todo máxima honradez. Luego descubrir la causa de la rebelión que hay en ellos tratando de identificar los posibles motivos de este mal.

Pueden ser diferentes las causas por las que un niño roba: Insatisfacción e inconformidad, puede provenir de privaciones alimentarias, pocos recursos económicos en casa, etc. Hay una edad en que a los pequeños se les despierta la curiosidad y toman una moneda o algún otro objeto de papá o mamá. Es aquí cuando los padres deben asumir una posición firme y decidida para explicar, corregir y, si es necesario, castigar con amor. Al hacerlo recuerda en toda ocasión ser prudente con el castigo corporal, porque no es en todas las circunstancias el mejor camino.

 

Enseña a tu hijo partiendo desde tu propio ejemplo.

Muchos niños sienten un gran resentimiento con su padre porque este regaló alguna de sus pertenencias. No dispongas de los juguetes de tus hijos, hazles sentir que hasta con ellos eres respetuoso, ya sea de su persona como de sus cosas.

“Los padres deben considerar esto. Deben comprender los principios que constituyen la base del cuidado y de la educación de los hijos. Deben ser capaces de criarlos con buena salud física, mental y moral” Ministerio de curación, pág. 294.

Cuando los padres hayan logrado encaminar correctamente a sus hijos en la niñez y les hayan enseñado a conocer a Jesús, pueden sentirse preparados para la próxima etapa, la de la juventud. No es menos difícil ni menos dolorosa. Es conocida la frase: “Hijos pequeños problemas pequeños, hijos grandes problemas grandes.” En otra sección intentamos ayudar a padres y a hijos a conocer la manera para llegar a ser un joven triunfador.

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